martes, agosto 30

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De tantas cosas que vuelan a nuestro alrededor. Unas golpean la cabeza, otras se enredan en el cabello y sólo salen con el cepillo, otras se embarran y se quedan pegadas a las costillas. Pero hay unas que son importantes, imprescindibles y que pasan de largo dando tumbos entre el cielo y la banqueta, como viles periódicos viejos. No las tomamos. Las contemplamos seguir su camino seguramente llegarán a un lugar. Al basurero, a las manos de algún manipulador, al desagüe, o simplemente seguirán su camino de tumbos repartiéndose en pedazos por la calle.

Cuánto de tensión puedo acumular, sin que se me trabe la columna vertebral, cuando llega a mis manos un trozo de esas vidas que pasan de largo, la desesperación de no haberlas leído a tiempo, la angustia de ya no poder reunir los pedazos que le faltan y que quedaron en otras miradas manos y cuerpos, en el pasado cercano, intangible, inmóvil.

Pero no es la vertebral dolencia, ni el músculo maltrecho el que abruma
es el fragmento herido que depositado en mis manos quema.

Lloro mi indiferencia
porque odio la indiferencia
LLoro los ángeles que no deposité, y las palabras que no di.
Derretida en mí sal.

Una noche, una noche más con la mirada bajo las cejas descartando posibilidades de armar de nuevo la historia.

Dos niños columpiándose en cananas y cuchillos,
caminan silenciosos y sólo se escucha su arrastre de espuelas.

Dos niños que su lengua profiere un aterrador viaje
entre el amor y la violencia.

Dos pares de ojos
que se atrabancan el brillo y cancelan la vida

Dos dos dos dos, suma de personalidades
de llantos y galletas horneadas en otra casa

Dos siempre dos aunque sea dos instantes
de abrazos largos de llantos tendidos

dos vuelve vuelve, a vivir la ternura
de tu propia ansiedad. FCR
Leyendo Querido Diego, te abraza Quiela. de Elena Poniatowska

hay un tono desgarrador, una personalidad sepultada en el frío. Cartas y cartas sin respuesta.
El desamor es un traje que queda pegado en los huesos.

La usencia. El hombre en silencio su esplendor, su profunda miseria y olvido d elos seres humanos que tejen partes de la vida.
Eso es Quiela.

Libros así llenan de tristeza e inquietud. No existe un parámetro para el olvido.

lunes, agosto 1

¿Dónde están los críticos?

El sábado 30 de julio presentó su poemario Delfina Ramírez, quien acudió hace un tiempo al taller de experimentación literaria que imparto. Mismo que dejó por su propia voluntad en diciembre del 2004 sin concluir un ciclo, sin realmente llegar a experimentar con las formas y herramientas literarias que se ofrecen en el taller.

Un taller, no es una cátedra de literatura. Un taller no es la madriguera donde los cachorros van a ser amamantados y criados con apapachos y adulaciones.


Quizá no sea muy ético que yo escriba esto sobre una extallerista, quizá peque de imprudente, pero creo que no siempre debe uno quedarse callado. Me apena. Y a la vez siento que es necesario puntualizar algunas cosas.

En su presentación dijo haber invitado a sus amigos para que la defendieran de los críticos, apuntó repetidamente que en su tiempo la poesía era rimada, y que no se usaba el verso libre. Que en sus tiempos las cosas eran de otro modo y no se usaba lo que es ahora la poesía moderna de versos libres.

Cuando la escuché hablar de los críticos, pues no supe a quien mirar, aquí en Ensenada que yo sepa, jamás, en 20 años que tengo viviendo aquí, no he visto una sola crítica sobre cuestiones literarias, bueno si en una ocasión mi poesía afortunadamente pasó por el ojo crítico e inteligente de la dibujante y poeta Gloria Ortiz, críticas que publicó en el entonces periódico El Mirador, en su acertado acercamiento a mi trabajo de aquel tiempo, me marcó cosas importantes, como no sobreadjetivar, cuestiones sintácticas, retóricas etc. Recuerdo que fue algo revelador para mí. Gloria murió hace ya tiempo, hoy tendría alrededor de 60 y algo de años.
Siempre me consideraré afortunada y agradecida por sus comentarios y críticas. Sobre todo que jamás influenció para ello la amistad. Así que cuando Delfina habló sobre los críticos pensé en que realmente me gustaría que los hubiera, buenos, inteligentes, adentrados en la creación literaria, en la lectura. Sin falsas adulaciones o sobadas de lomo.Y tampoco esa crítica destructiva que no deja vivo ni un texto.

En el taller que coordino la crítica sobre el texto, los comentarios sobre el texto, van enfocados a trabajar lo que el tallerista requiera. Jamás, y lo digo al inicio de cada ciclo, jamás son comentarios personales acerca del autor o su vida personal. Aunque lo que se escribe esté ligado a ello. Para mi la literatura es la vida misma, por eso es importante que se entienda que un taller no es un semillero de escritores, si acaso es un punto de reunión para trabajar, conocer diversos puntos de vista, aclarar dudas, encontrar puntos débiles y trabajarlos, conocer los recursos literarios.

Con respecto a los versos libres tan modernos para Delfina y los rimados utilizados en su época, me pareció absurdo escuchar a Delfina hablar de ello, pues en la presentación que hace de su poemario el Maestro Valdemar Jiménez Solís menciona los versos libres de Delfina. ¿? Hasta donde yo entiendo y con todas las dudas que tengo sobre mi academicismo, el verso libre es más antiguo que Delfina, no es ninguna cosa moderna, y aún dentro de su poemario encontramos rimas mal estructuradas, y versos no tan libres. Con todo el merecido respeto, creo que la edad no tiene nada que ver con estas cosas, y así se lo dije a Delfina, la edad es atemporal en la creación literaria. La edad es sólo una etiqueta de defensa cuando se desconocen cosas y hay que argumentarlas.

En fin, enhorabuena a Delfina por cumplir con uno de sus objetivos. Le deseo buena suerte.

Y mil disculpas si le incomodó mi presencia en la presentación de su poemario. Yo debía aparecer sólo en la contraportada de su libro. Algo, claro, de lo que también pudo haber prescindido.

Flora Calderón Ruiz