domingo, agosto 17

Elegía en abril

Andaba yo volando por el suelo,
sin zapatos,
sin mi traje de nube de las nubes;
sola para tus manos,
patética,
inviolada,
pobre,

sola para tus manos,

sola,
y me empinaba hasta rozarte el ángel.
Andaba yo
-noche sobre la noche-
distraída en tu voz de inconfundibles dalias;
andaba yo como entre acosos de belleza,
clásica,
lírica,
absoluta,
y en las paredes profanadas por otros sin el sueño
rebotaban lejanías, pedazos de palabras,
besos
que guardaré mañana.

Mi boca dio en la tuya
como un ave de paso.
Pensé en abril
y en que las noches de amor son breves como
fósforos negros
De qué serán los versos sino de aquella sombra
que hicimos sobre el lecho?
Su enredadera me arroja en la inocencia
y otra vez soy la misma
que demoraba su salud de novia.

Me he preguntado hoy si tú entendías la media luz
si hallaste el todo,
si te faltaba piel, no quiero, entraña, como a mí.
Me he preguntado si asumes la ternura de memoria,
si odias tu trabajo, los relojes, mi ómnibus,
el alba fiera, insobornable…
¡Ay, tantas cosas…
(¡Qué trastorno hace aquí si te recuerdo,
qué venas tengo nuevas si me ayudas
a duplicar el alba
otra vez en mi frente!)
Y las preguntas pasan inalterables, con verano,
ayer, ahora, siempre,
siempre, ahora, ayer,
y quedo muda sobreseyendo un pájaro,
la fiebre,
el mar,
la arena que debe estar contigo,
todas las soledades,
el desayuno triste como un acuerdo impronunciado.
¡Ay, qué palabra diré para ignorarte,
en cuál silencio no hablaré tu nombre
que ya supe!
Mira, te quejas y el amor instala
la agonía,
el tiempo,
la casa extraña donde empecé tu carne
hecha de estalactitas y misterios.
Mira, te quejas,
y yo me acojo a un zumo de azucenas porfiadas,
a niños que desean intervenir mi vientre.
Mira, te quejas,
y estoy yo
sola con tu voz
-nelumbio, amarillez, cauto cristal-
viviendo el alarido de la noche muerta
que resucito en el poema.
Yo me pregunto hoy cómo aplacar el cisne,
lo inefable de tu tedio,
la marca de mi alma,
esto que no es morirme aunque me muero.
Y sigo oscura, oscura, oscura,
por gusto derramada,
como esos sauces que nos dicen llantos
que no oímos,
como esas olas que se acaban tan cerca y no miramos,
como esos cánceres horribles que ni duelen,
como esa luz que aunque es la luz porque es la luz
nos deja ciegos…
Yo me pregunto,
llama que no se dijo,
cerrada puerta,
óxido,
hueso maldito,
sed;
yo me pregunto cómo saberte a toda la sorpresa,
a adolescencia,
a naufragio por fin,
a vértigo,
a imposible;
cómo salir de pronto a condenar tu sangre,
a dividirte en truenos,
a ser otra
metida en tus gavetas de estudiante.
Pregunto,
y me socorren todos los incendios del mundo
y vuelvo
sola,
y
sola vuelvo
y vuelvo
sola.
No sé qué tengo. Digo que es jueves
y me asesina un miércoles.
Llega el frío.
Paseo entre callados árboles
sin otro aviso
que el que me traen las horas que nos vieron.
CLARILDA OLIVER LABRA

domingo, febrero 23

En la perplejidad. Una forma de oscuridad donde uno trata de asirse al mundo conocido, de personas y objetos que nos dicen de nosotros mismos. Encontrarse, es hallarse en cualquier lugar, mirarse extraviado, ajeno, mirarse feliz, mirarse contemplando la vida o bien en pequeñas dosis de muerte diaria. Cada día asesino alguna de mis imágenes. La muerte ya la tenemos ganada por default, no hemos hecho nada para merecerla, sólo para acercarla o tratar de alejarla.

Recordar e ir incendiado.

sábado, febrero 22

Gloria Ortiz Ramírez

Yo sola llegué. Me dijo desde una nube, años de conocerle y siempre vi en su mirada aquella poesía que la desbordaba. Para algunos era la dejadez el mal, el inconveniente, la nube viajera, la insondable, la perpetradora de los males. Yo nunca pensé así y muchas veces contradije su infortunio con una visita a su calle, con una breve charla. Para mí era La Poeta. Aléjate me decían unos, no es buena compañía, aléjate me decían, y yo sólo la miraba con respeto, con una profunda admiración. Sus cuadernos llenos de poesía, de dibujos, de ríos, ramas, su letra manuscrita representaba descifrar la poesía.

Yo sola llegué, me decía aquella cruz clavada de golpe por su hijo en la tierra. Ese día que la enterramos el cielo era de un azul grisáceo y frío. Mientras moría yo cruzaba el cielo en un avión. No supe sus últimas palabras y si alguien me las dijo no las recuerdo ni el año ni el día de su muerte. Hay días como hoy en que quisiera su franca voz, su consejo, sus historias, leer sus poemas en sepia, fumar uno de sus Sports. Extraño las largas conversaciones y la poesía con que amedrentaba al mundo ese mundo que fue tejiendo de cuervos y luminosidad. Flora Calderón.

viernes, febrero 14

Una estampida

Patas, ojos, cartilagos colmillos a velocidades grotezcas resuenan en mi cabeza. Arrasan con lo ya pensado.
Hay memorias que nos recatan de los insondables laberintos oscuros.

Las cosas

Las cosas son una generalidad, un conjunto de objetos, sentimientos, experiencias, y dilemas, solos o en conjunto. También la cosa es la precisión de algo impronunciable por lo subjetivo o inherente a algún asunto.

La cosa es que la tierra tiene cientos de miles de kilómetros.
La vastedad de la cosa. La intensidad de la cosa.

domingo, febrero 9

¿Soñaste alguna vez un tigre? Una mirada que conmueva todos tus sentidos, preguntaba Roque a su reflejo en el aire. Le devolvía hojas recién nacidas al aire, fragmentos de sol, una estrella y heliotropos. Esperar. Esos sueños paralelos a la vida real, que un día se nos presentan como alucinaciones carnales.fcr

Para

Para que dejen de cantar las aves. Para no salir de casa.
Para encerrarse en lamentos. Para desactivar energía.
Para amoldarse a la taza de café. Para torturarse por guardarse del polvo.
Par no soñar. Para no disfrutar el naufragio.
Para callarse la luna y depositarla en el ojo vacío.
Para condolerse por lo no obtenido. Para deambular con un dolor en el pecho.
Para manifestarse en desentono con la vida.
Para restregarse una y otra y otra y otra vez contra los cristales
de las cosas pospuestas.
Para dejar de sentir todo ese terror ninguna de mis palabras sirven.
Nada, al parecer, que diga haga cante escriba, mitigará esos paraqués.
f.c.r

lunes, febrero 3

Acordeón


Voy a buscar, un rinconcito en el cielo,
para llevar, a mi amor.
Voy a buscar, un rinconcito en el cielo,
para escondernos, tu y yo.
Un rinconcito en el cielo,
juntos unidos los dos.
Y cuando caiga la noche
te daré mi amor
Ramón Ayala
,

Arrastrando los pies por la calle, lleva unos audífonos, camina como si quisiera hacer surcos sobre el maltratado pavimento. Sus ojos parecen buscar algo entre las nubes. Le he visto, desde mi esquina abrazar aves que van en pleno vuelo, sacar del bolsillo pequeñas flores, ramitas, y sonreír a los ventanales.

Le dijo a un viejo amigo que la vida le había presentado al amor de su vida, y que desde ese momento nada ningún tiempo existía. Le dijo a un gato que iba pasando que la vida le había mostrado como todo se hace por primera vez cuando se ama.

Hay quienes dicen que el amor es una civilidad en convivencia. Hay quienes argumentan el querer como un deseo. Sus razones tendrán. Pero yo lo veo en sus pantalones arrugados, en los calcetines dispares, en sus manos que se llevan el hirviente café a los labios, en el temblor de sus ojos, en la comisura de sus labios. Ahí no hay civilidad y el deseo no es nada más querer, sino devorarse.

Le encontré esta mañana, caminaba, un brazo cruzaba sus hombros, unos labios besaban su cabello. Jamás vi un abrazo como ese, jamás vi al amor paseando tan tranquilamente. Les miré a los ojos y las pupilas intensas paralizaron mi paso. Pensé cuando todo parece sin sentido, esos pasos acompasados esa mano en el hombro y acurrucarse en plena calle. Ese es el amor y no hay pactos, no hay convenciones. No hay más que ese abrazo, el beso, la caminata, la ola. Les vi flotar ascender al cielo a algún rincón lejano a mi mirada.
Flora Calderón

sábado, febrero 1

Molotov

Una cuestión particular es la mezcla de sustancias para hacer que algo estalle al mínimo contacto. Reunir resentimientos de diversos colores y formas. Resentimientos oxidados. Resentimientos con olor a clavo y menta. Resentimientos cloaca. Resentimientos burdel. Resentimientos en tarro helado. Resentimientos tintos y rosados. Se dejan remojando en el hipocampo durante tiempos intermitentes, justo ahí el perdón o el olvido no tienen cabida. Un coctel molotov que ya se encuentra en estado de rebeldía se hace estallar arrojándolo fuertemente sobre las personas acumuladas, que, en muchos casos es la misma de siempre.

Observando a una mujer y su compañero en el mercado en plena discusión, por demás inútil, sobre la madurez de los aguacates y los reproches de que se le olvidaron aquella vez en el horno envueltos en periódico,y luego salió un arbusto de finos hilos blancos. Sus miradas de odio acumulaban más que aguacates y sus metamorfosis. Entonces vi caer sobre el individuo un coctel molotov: aquella vez en que no respetaste mis deseos de mover el escritorio de lugar y en cambio trajiste un perro al cual detesto, no lo olvidaré jamás por que no respetas mis gustos y decisiones-arrojo la individua. Él sólo acertó a decir, no, en el mercado no. Y siguieron caminando como si nada. Dentro, un nuevo coctel explosivo comenzó a gestarse.

Para mí, oreja y mirona, receptora de varios cocteles en la vida, el acto ese, me devolvió mi propia bodega de cocteles, mis molotov pierden potencia, no tienen gran esencia, porque me inclino más a espetar la fisonomía del odio y el resentimiento de quien me arroja una molotov. Y sólo suelo recordar los gestos, el movimiento de las manos, la mirada, las líneas del rostro, la lengua, la venas en la sien y los gestos que pueden ir del enfado al llanto, la indignación y la herida, a veces se me queda alguna palabra. Mis botellas, las vi hoy en un estado semi-vacuo, si acaso gotas de sarcasmo... y risa, la risa que me escala siempre del ombligo a los labios.
Flora Calderón




viernes, enero 31

Tensión eléctrica. Una madeja de cables pende del poste, conectores extraños distribuyen cierta energía que hará explotar el transformador en algún momento. El viejo de la calle hace dibujos en un manchado cuadernillo, se que dibuja porque a veces miro de reojo qué hace, nos miramos, está recargado en el poste de la energía eléctrica. Hoy no es grito sino turbio silencio, la primera lluvia del año en un puerto desértico es una maravilla pero también con el tiempo, se ha vuelto presagio. La gente dice que cuando llueve en Ensenada, los hospitales esperan a los enfermos de lluvia, en la calle todo mundo camina rápido, los carros se aprestan a pasar las avenidas medio encharcadas como si fueran a quedarse eternamente en una de ellas, condenados a no salir jamás de ese charco. Hay quienes no mandan a los niños a la escuela. Otros no van a trabajar.

Cuando llueve la noche es solitaria. Cuando llueve no puedo dejar de mirar ese poste, y al vejo de la calle; es como si en ellos se reuniera la tensión, la barba llena de piojos y el poste lleno de conexiones enmarañadas. Si llueve son más nítidas las cosas, las casa recién bañadas y peinaditas.

Me restregué los ojos. Intenté no caer. No electrocutarme. El chicoteo del cable y mi cuerpo húmedo. Desde la banqueta, la mejilla mojada, los zapatos sucios del viejo de la calle y el látigo cable me impiden moverme. A ras de suelo la lluvia, la electricidad y la tensión son otra perspectiva de la insondable capacidad del miedo.
flora calderón ruiz

La maldición

El otro día me salieron un par de incómodas alas, me di cuenta de su nacimiento mientras me bañaba, una espeluznante comezón me arrebató el placer delirante del agua reflexionando sobre la piel. Siempre quise tener alas, no con la idea de sentirrme pájaro, ni libre, ni llevar en el cuerpo un signo de diferencia. Quería alas porque sí, porque me parecía buena idea sobrevolar el puerto, y la sensación del vuelo me era una idea fantástica. Ante la incomodidad de lo que pienso ahora es un injerto fuera de tiempo, un resquicio de adolescencia, son incomodas y difíciles de esconder, no puedo andar volando por ahí como si nada, sin que al aterrizar -algo que hago tan atropelladamente, al igual que caminar...y voelar- los conocidos me miran como un ente al que dejaron de conocer, los amigos ríen, mis hijos se enfadan de la diferencia y de mi vuelo atropellado. Jamás dejará de ser cuestionado el asunto de mis alas.

Como tantos placeres practicados en la oscuridad debo volar de noche a escondidas. El estigma de: ella, la que tiene esas raras alas porque es un monster, porque quién sabe qué poderes brujeriles empleó para tener tal cosa, o quien sabe de qué quimera nació. Nada reivindica mi alado cuerpo y menos siendo un desastre volador. Como la mayoría de los defectos que tratan de esconderse, esta mañana con el dolor que provoca auto-amputarse un miembro me medio corté el ala derecha,duele cuando se mueve la raíz que la agarra a mi escápula. Nada, ahora me siento chueca, peor de diferente, adolorida, triste pero con la certeza de que jamás volveré a cortarme esos apéndices de gárgola que me han tocado por destino. Finalmente llegué a la conclusión de que si volar con alas propias es lo que hace la diferencia entre el dolor de ser o no ser y cortarse un miembro, pues prefiero seguir volando y malaterrizando que sentir ese dolor físico de la diferencia amputada.
Flora Calderón Ruiz

domingo, enero 26

Todo aquello que desata remolinos en el estómago. Que abriga sueños. Recuperarse a uno mismo cuesta trabajo cuando se ha visto cruzar la calle desde la ventana.