domingo, octubre 16

Tanto tiempo

Tanto tiempo ha pasado dese la última vez que publiqué algo en este blog. Retornar siempre a las páginas donde uno amo la vida, es así, llenarse de aquellas cosas que valen el mundo y por las que uno lo pierde.

Siempre la escritura tiene bordes afilados y suaves, por donde entrar o salir siempre será una opción. Pero abandonar jamás.

domingo, agosto 17

Elegía en abril

Andaba yo volando por el suelo,
sin zapatos,
sin mi traje de nube de las nubes;
sola para tus manos,
patética,
inviolada,
pobre,

sola para tus manos,

sola,
y me empinaba hasta rozarte el ángel.
Andaba yo
-noche sobre la noche-
distraída en tu voz de inconfundibles dalias;
andaba yo como entre acosos de belleza,
clásica,
lírica,
absoluta,
y en las paredes profanadas por otros sin el sueño
rebotaban lejanías, pedazos de palabras,
besos
que guardaré mañana.

Mi boca dio en la tuya
como un ave de paso.
Pensé en abril
y en que las noches de amor son breves como
fósforos negros
De qué serán los versos sino de aquella sombra
que hicimos sobre el lecho?
Su enredadera me arroja en la inocencia
y otra vez soy la misma
que demoraba su salud de novia.

Me he preguntado hoy si tú entendías la media luz
si hallaste el todo,
si te faltaba piel, no quiero, entraña, como a mí.
Me he preguntado si asumes la ternura de memoria,
si odias tu trabajo, los relojes, mi ómnibus,
el alba fiera, insobornable…
¡Ay, tantas cosas…
(¡Qué trastorno hace aquí si te recuerdo,
qué venas tengo nuevas si me ayudas
a duplicar el alba
otra vez en mi frente!)
Y las preguntas pasan inalterables, con verano,
ayer, ahora, siempre,
siempre, ahora, ayer,
y quedo muda sobreseyendo un pájaro,
la fiebre,
el mar,
la arena que debe estar contigo,
todas las soledades,
el desayuno triste como un acuerdo impronunciado.
¡Ay, qué palabra diré para ignorarte,
en cuál silencio no hablaré tu nombre
que ya supe!
Mira, te quejas y el amor instala
la agonía,
el tiempo,
la casa extraña donde empecé tu carne
hecha de estalactitas y misterios.
Mira, te quejas,
y yo me acojo a un zumo de azucenas porfiadas,
a niños que desean intervenir mi vientre.
Mira, te quejas,
y estoy yo
sola con tu voz
-nelumbio, amarillez, cauto cristal-
viviendo el alarido de la noche muerta
que resucito en el poema.
Yo me pregunto hoy cómo aplacar el cisne,
lo inefable de tu tedio,
la marca de mi alma,
esto que no es morirme aunque me muero.
Y sigo oscura, oscura, oscura,
por gusto derramada,
como esos sauces que nos dicen llantos
que no oímos,
como esas olas que se acaban tan cerca y no miramos,
como esos cánceres horribles que ni duelen,
como esa luz que aunque es la luz porque es la luz
nos deja ciegos…
Yo me pregunto,
llama que no se dijo,
cerrada puerta,
óxido,
hueso maldito,
sed;
yo me pregunto cómo saberte a toda la sorpresa,
a adolescencia,
a naufragio por fin,
a vértigo,
a imposible;
cómo salir de pronto a condenar tu sangre,
a dividirte en truenos,
a ser otra
metida en tus gavetas de estudiante.
Pregunto,
y me socorren todos los incendios del mundo
y vuelvo
sola,
y
sola vuelvo
y vuelvo
sola.
No sé qué tengo. Digo que es jueves
y me asesina un miércoles.
Llega el frío.
Paseo entre callados árboles
sin otro aviso
que el que me traen las horas que nos vieron.
CLARILDA OLIVER LABRA

domingo, febrero 23

En la perplejidad. Una forma de oscuridad donde uno trata de asirse al mundo conocido, de personas y objetos que nos dicen de nosotros mismos. Encontrarse, es hallarse en cualquier lugar, mirarse extraviado, ajeno, mirarse feliz, mirarse contemplando la vida o bien en pequeñas dosis de muerte diaria. Cada día asesino alguna de mis imágenes. La muerte ya la tenemos ganada por default, no hemos hecho nada para merecerla, sólo para acercarla o tratar de alejarla.

Recordar e ir incendiado.

sábado, febrero 22

Gloria Ortiz Ramírez

Yo sola llegué. Me dijo desde una nube, años de conocerle y siempre vi en su mirada aquella poesía que la desbordaba. Para algunos era la dejadez el mal, el inconveniente, la nube viajera, la insondable, la perpetradora de los males. Yo nunca pensé así y muchas veces contradije su infortunio con una visita a su calle, con una breve charla. Para mí era La Poeta. Aléjate me decían unos, no es buena compañía, aléjate me decían, y yo sólo la miraba con respeto, con una profunda admiración. Sus cuadernos llenos de poesía, de dibujos, de ríos, ramas, su letra manuscrita representaba descifrar la poesía.

Yo sola llegué, me decía aquella cruz clavada de golpe por su hijo en la tierra. Ese día que la enterramos el cielo era de un azul grisáceo y frío. Mientras moría yo cruzaba el cielo en un avión. No supe sus últimas palabras y si alguien me las dijo no las recuerdo ni el año ni el día de su muerte. Hay días como hoy en que quisiera su franca voz, su consejo, sus historias, leer sus poemas en sepia, fumar uno de sus Sports. Extraño las largas conversaciones y la poesía con que amedrentaba al mundo ese mundo que fue tejiendo de cuervos y luminosidad. Flora Calderón.

viernes, febrero 14

Una estampida

Patas, ojos, cartilagos colmillos a velocidades grotezcas resuenan en mi cabeza. Arrasan con lo ya pensado.