lunes, febrero 3

Acordeón


Voy a buscar, un rinconcito en el cielo,
para llevar, a mi amor.
Voy a buscar, un rinconcito en el cielo,
para escondernos, tu y yo.
Un rinconcito en el cielo,
juntos unidos los dos.
Y cuando caiga la noche
te daré mi amor
Ramón Ayala
,

Arrastrando los pies por la calle, lleva unos audífonos, camina como si quisiera hacer surcos sobre el maltratado pavimento. Sus ojos parecen buscar algo entre las nubes. Le he visto, desde mi esquina abrazar aves que van en pleno vuelo, sacar del bolsillo pequeñas flores, ramitas, y sonreír a los ventanales.

Le dijo a un viejo amigo que la vida le había presentado al amor de su vida, y que desde ese momento nada ningún tiempo existía. Le dijo a un gato que iba pasando que la vida le había mostrado como todo se hace por primera vez cuando se ama.

Hay quienes dicen que el amor es una civilidad en convivencia. Hay quienes argumentan el querer como un deseo. Sus razones tendrán. Pero yo lo veo en sus pantalones arrugados, en los calcetines dispares, en sus manos que se llevan el hirviente café a los labios, en el temblor de sus ojos, en la comisura de sus labios. Ahí no hay civilidad y el deseo no es nada más querer, sino devorarse.

Le encontré esta mañana, caminaba, un brazo cruzaba sus hombros, unos labios besaban su cabello. Jamás vi un abrazo como ese, jamás vi al amor paseando tan tranquilamente. Les miré a los ojos y las pupilas intensas paralizaron mi paso. Pensé cuando todo parece sin sentido, esos pasos acompasados esa mano en el hombro y acurrucarse en plena calle. Ese es el amor y no hay pactos, no hay convenciones. No hay más que ese abrazo, el beso, la caminata, la ola. Les vi flotar ascender al cielo a algún rincón lejano a mi mirada.
Flora Calderón

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