sábado, febrero 22

Gloria Ortiz Ramírez

Yo sola llegué. Me dijo desde una nube, años de conocerle y siempre vi en su mirada aquella poesía que la desbordaba. Para algunos era la dejadez el mal, el inconveniente, la nube viajera, la insondable, la perpetradora de los males. Yo nunca pensé así y muchas veces contradije su infortunio con una visita a su calle, con una breve charla. Para mí era La Poeta. Aléjate me decían unos, no es buena compañía, aléjate me decían, y yo sólo la miraba con respeto, con una profunda admiración. Sus cuadernos llenos de poesía, de dibujos, de ríos, ramas, su letra manuscrita representaba descifrar la poesía.

Yo sola llegué, me decía aquella cruz clavada de golpe por su hijo en la tierra. Ese día que la enterramos el cielo era de un azul grisáceo y frío. Mientras moría yo cruzaba el cielo en un avión. No supe sus últimas palabras y si alguien me las dijo no las recuerdo ni el año ni el día de su muerte. Hay días como hoy en que quisiera su franca voz, su consejo, sus historias, leer sus poemas en sepia, fumar uno de sus Sports. Extraño las largas conversaciones y la poesía con que amedrentaba al mundo ese mundo que fue tejiendo de cuervos y luminosidad. Flora Calderón.

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